Deuda de sangre by Tim Svart

Deuda de sangre by Tim Svart

autor:Tim Svart [Svart, Tim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2019-03-29T00:00:00+00:00


VEINTIOCHO

—Vale, lo reconozco. No está mal.

—¿Que no está mal? ¿Solo eso? —Karre se apartó de la carretera principal para entrar en la zona limitada a 30. A ambos lados de la calle se alineaban casas estrechas con fachadas de ladrillo a vista.

—No está mal y ahora déjalo ya.

—Por cierto, ¿de qué conoces a Rehberg?

—De la fiesta de otoño de mis padres. Nada más dejarte en el taxi.

—Taxi es quedarse corto teniendo en cuenta el traslado de lujo que me tocó.

—Da igual. El caso es que me hace ilusión comer con él, pero a la vez tengo mis dudas.

—¿Y eso? Rehberg parece un tipo agradable. Y encima es guapo. Bueno, si es que sirve de algo mi opinión al respecto.

—Mi experiencia con el gremio de los juristas no ha sido muy placentera que digamos, por si lo habías olvidado. Pero sí, por qué no darle una oportunidad. —Viktoria señaló a través de su ventanilla hacia una casa gris—. Hemos llegado.

Elvira Braun aparentaba cincuenta y largos o sesenta y pocos. Llevaba el pelo peinado hacia atrás y las canas que se extendían entre su cabello negro seguramente la hacían aparentar tener más años de los que en realidad tenía. El piso era pequeño, pero con vistas hacia el campo y se encontraba a un cuarto de hora en coche de la villa de los Lamberz. Les abrió la puerta a los dos investigadores vistiendo un traje negro y unos zapatos planos que no pegaban con el conjunto, pero que seguramente resultaban más cómodos y apropiados para realizar sus labores en la casa de los Lamberz.

—¿Estaba a punto de irse? —preguntó Karre.

—¿Quién quiere saberlo?

—Perdón —se disculpó Karre y le mostró su identificación—. Soy el comisario jefe Karrenberg. La señora Von Fürstenfeld, mi compañera. Querríamos hablar con usted sobre su jefe. Christoph Lamberz.

En la frente de Elvira Braun se formaron unas arrugas profundas. Saltaba a la vista que el ama de llaves de los Lamberz sabía muy bien que la visita de dos agentes de la Brigada Criminal no auguraba nada bueno.

—¿El señor Lamberz? —preguntó—. ¿Pasa algo?

Karre echó un vistazo a las escaleras y vio que estaban desiertas.

—Si no le importa, nos gustaría hablar de ello dentro.

—La verdad es que estaba de paso. Llego tarde. ¿Esta conversación no puede esperar?

—Me temo que no —intervino Viktoria.

Elvira Braun soltó un suspiro largo, reflexionó un momento y de mala gana hizo pasar a los agentes a su casa.

—Espero que tengan una buena razón como para no dejarme atender mis recados. El señor Lamberz me ha pedido que le deje unas cuantas cosas en la nevera para él y su mujer. Si por culpa suya no llego a tiempo y el señor Lamberz se me queja, le digo que hable con ustedes.

—Creo que no va darse el caso —comentó Karre, quien no soportaba ese tipo de conversaciones. Solía dejarles a otros la tarea de comunicar a la familia, amigos o compañeros la muerte de un ser cercano—. ¿La señora Lamberz no la ha informado?

El ama de llaves lo miró sorprendida.



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